Interior de la biblioteca de Alejandría. Se ha dotado de los medios más modernos al alcance de los lectores. Extraordinariamente espaciosa, está organizada en forma de terrazas para permitir la lectura con la luz natural que entra por el lucernario que se asemeja a un sol emergente.

Los ordenadores permiten la búsqueda del libro indicado y su localización, de modo que el mismo usuario recoge el libro de las estanterías que están repartidas por la sala.

Mezquitas en Alejandría

En Alejandría visitamos la columna de trajano, las catacumbas y, por supuesto la biblioteca, que era el objeto del viaje. El resto del tiempo lo dedicamos a pasear por la corniche, ver mezquitas y gozar de un tiempo exquisito, puramente mediterraneo, del mes de marzo.

Después de visitar el oasis de Fayum, las pirámides de Hawara y El-Lahun, así como varios templos y tumbas presentes en el recorrido, llegamos a lo desiertos más espectaculares de la parte líbica del sahara: los desiertos negro, blanco y rojo así como el algo más distante gran mar de arena, inmortalizado en los relatos de exploración del conde Almasy, inspiración de la película "el paciente inglés".

La visita a los desiertos es obligatoria realizarla en los un poco destartalados vehículos 4x4 conducidos por beduinos de la localidad. Los desiertos negro y blanco, están formados por arena dura y superficies planas, lo que hace que la conducción no sea muy complicada y se puedan alcanzar altas velocidades. No es así para el desierto rojo cuya arena es una trampa para los vehículos y atravesar las dunas un peligro para su estabilidad.

El desierto negro combina sus colinas en forma piramidal recubiertas de basalto fragmentado en mil pedazos fruto de erupciones muy lejanas, con el espeso y traicionero fech-fech (arena de textura similar a la harina, que se concentra en enormes cantidades y son unas terribles trampas para los todo terreno).

Para desgracia del patrimonio, los continuos vehículos turísticos que transitan por la zona, están rompiendo la estrecha capa, dejando ver la arena amarillenta del interior e impidiendo que esta belleza se pueda transmitir a la posteridad.

Estos desiertos están a una altitud por debajo del nivel del mar y contienen en su subsuelo gran cantidad de agua. En algunos sitios, se han producido pozos artesanos que expulsan agua caliente y altamente mineralizada, formando oasis y poblando de vida pequeñas zonas del desierto.

En la actualidad, se han colocado válvulas para controlar el flujo del agua, y permitir el riego a las plantaciones que han crecido alrededor de los pozos.

En algunas ocasiones, se han instalado balnearios termales aprovechando las características minerales y térmicas de sus aguas.

El final del desierto negro se continua con el desierto rojo, aunque las transiciones muchas veces son inexistentes.

Un buen recorrido para conocer todos los desiertos, es partir de Bahariya dejando la carretera y terminar cogiéndola a la entrada de Farafra. Una experiencia inolvidable, es pasar la noche en las formaciones rocosas del desierto blanco, contemplar las estrellas al calor (siempre necesario) de una hoguera y ver amanecer entre la sombras de los pináculos.

El desierto blanco está formado por una base de roca caliza que los meteoros han ido labrando con el tiempo. En algunos lugares la se ha ido depositando arena, de modo que deja de apreciarse el suelo calizo.

En los bordes del desierto blanco, el resalte entre la arena y la piedra caliza, intensifica la belleza de la segunda.

Todo el desierto blanco está formado por pináculos que el tiempo ha ido labrando caprichosamente confiriéndoles un aspecto de esculturas de Modigliani.

Zona del desierto donde confluyen las tres tonalidades del terreno.

En contra de lo que podría suponerse, las huellas dejadas por los neumáticos sobre la arena, se conservan durante decenas de años. El calor del suelo es superior al del aire, lo que crea un microclima a pocos centímetros del suelo que impide la llegada de los vientos y el consiguiente arrastre de la arena, lo que borraría las huellas. Esta propiedad hace que pueda observarse las marcas del paso de antiguas caravanas de camellos, y conocer las rutas que empleaban los caravaneros.

Nuestro vehículo tenía problemas de calentamiento del agua refrigerante y el conductor abandonó la formación con los restantes vehículos para buscar una ruta más suave. Con esta maniobra consiguió meterse en una zona de dunas donde resultaba casi imposible escalarlas con la escasa potencia del 4x4. Tras innumerables intentos de subirlas conseguimos llegar una zona llana, pero con el agua hirviendo, y después de algún susto en el cambio de rasante de la duna, que añadía el riesgo vuelque.

Afortunadamente, cuando el coche se paró, vinieron el resto de los vehículos en nuestra ayuda y pudimos proseguir el camino.

Desde el punto en que estábamos parados a la espera de socorro, se podía divisar otras expediciones de vehículos, incluso una caravana de dromedarios.

La llegada al corazón del desierto blanco se identifica por las formaciones rocosas en forma de hongos.

Otras formaciones se han creado por la erosión de colinas, formando formas caprichosa que se asemejan con objetos y animales.

Pináculos que se parecen a las chimeneas de las hadas de Capadocia, en Turquía.

En medio del desierto blanco hay una enorme roca blanca desde la cual puede contemplarse un inmenso campo de montículos blancos, que asemejan escollos sobresaliendo de un mar rojo.

La arena entre los pináculos es densa y dura y en muchos momentos el suelo se convierte en roca caliza, por lo que los vehículos pueden circular entre los montículos a gran velocidad.

La experiencia es excitante, pero no podemos dejar de pensar en el destrozo que se está ocasionando sobre el suelo, que impedirá su supervivencia para se contemplado por generaciones futuras.

Una formación semejando una moderna escultura de un beduino. Al fondo dos viajeros preparan la tienda de campaña donde pasan la noche en este paisaje ensoñador.

La formación asemejando a un caballo, es de obligada visita en el desierto blanco.

 

Hongos y pináculos de diferentes aspectos, en un paisaje que parece no tener fin.

 

Un paseo al atardecer en el fantástico jardín del desierto.

En las cercanías de Dakhla se encuentra la colina de El-Muzzawaka con tumbas faraónicas de los nobles del oasis, algunas de ellas pintadas con motivos de gran belleza. Otras tumbas están abiertas y contienen todavía las momias de sus enterramientos originales.

Más información sobre El-Muzzawaka aquí

El pueblo de El Qasr, un legado del pasado medieval que ha llegado casi intacto a nuestros días.

Conserva casi intacta su vieja medina medieval con sus casas de adobe, los dinteles de las puertas en madera de acacia llevan escritos la fecha, el nombre del propietario y en ocasiones el nombre del artesano. Ahí están la vieja mezquita del s. XII, la casa del califa, la madrasa, la prensa de aceite... todo en muy buen estado, como si la gente fuese a volver de un momento a otro, pero no será así porque todo ha sido abandonado para instalarse en la zona nueva, y ya tan sólo son reliquias del pasado.

El pueblo está habitado por escasamente una decena de familias, que se mantienen vendiendo productos artesanales a los escasos turistas que se aventuran a visitar esos parajes.

La arena ha ido invadiendo las calles mimetizándose con las casas que, semisepultadas, pasan desapercibidas.

Dejando el pueblo de El Qasr, continuamos visitando tumbas y pueblos por los oasis de Dakhla y Kharga, hasta el templo de Dush, en las cercanías de Paris. Si, así se llama un pequeño pueblo en el confín sur del desierto, que en nada tiene que parecer a la capital de Francia.

Desde este pueblo parte una carretera que atraviesa el desierto hasta Abu Simbel, y que está cortada al tráfico, para evitar pérdidas de vehículos debido a las continuas invasiones de la arena sobre el camino sin asfaltar.

Desde allí regresamos a Luxor, encontrando en el camino a este camión cargado de dromedarios.

Los siguientes días los dedicamos a ver nuevos enclaves en el valle de los reyes y en las Necrópolis de Assasif y Dra Abu el-Naga.

De vuelta al Cairo fue obligada la visita a Gizah para ver las pirámides y mastabas, y como novedad las pirámides de Abusir. Pero eso es otra historia que podéis ver en la parte arqueológica del viaje.

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