Los enterramientos fenicios del Puig des Molins son distintos, en cuanto a su tipología y ritual, tanto a los del Mediterráneo central como a los de otras fundaciones occidentales. Tras la cremación, los restos óseos eran recuperados de la pira —a veces cuidadosamente lavados—, y depositados en la tumba, dentro de un contenedor o directamente en ella. En ocasiones se rodeaban o cubrían con piedras.

Sector noroeste (hipogeos del subsuelo)

Los enterramientos visibles corresponden a la zona ya excavada, pero toda la explanada exterior del museo —como el resto del yacimiento— se encuentra completamente horadada de hipogeos y fosas. Por tanto, los enterramientos existentes, como muestra el plano a nivel de subsuelo, son muchos más de los que el visitante tiene a la vista.

Desde la antigüedad hasta el siglo XX, muchas de estas sepulturas fueron objeto de saqueo por parte de "buscadores de tesoros", cuyo efecto más visible fue el de perforar las paredes laterales de muchas cámaras para poder pasar a las contiguas. La enorme concentración de tumbas hace que las cámaras se encuentren muy juntas, sin dejar apenas espacios libres entre ellas, de tal manera que los saqueadores sólo tenían que agujerear las paredes de una cámara para poder acceder a las limítrofes.

Sector noroeste (zona excavada)

Las excavaciones en este sector han puesto al descubierto un gran número de enterramientos de distintos periodos que evidencian una secuencia de utilización de la necrópolis de dos milenios, entre los siglos VII a.C. y XIII de nuestra era.

Destacan los restos de una capa de mortero de cal y arena en torno al pozo de diversos hipogeos, que forman parte de su sistema de cierre.

 

Hipogeo de la Mula

Las paredes de las cámaras están agujereadas por los saqueadores de tumbas, por lo que comunican unas con otras. Además, en los años sesenta fueron acondicionadas para su visita, rebajando el suelo y moviendo algunos sarcófagos. En la antigüedad cada una de las cámaras era un espacio completamente cerrado, cuya única abertura al exterior era su pozo de acceso. Su apertura data de los siglos V y IV a.C., pero en su interior se realizaron enterramientos durante toda la época púnica y, posteriormente, fueron reutilizados durante la época romana, en los siglos I y II d.C.

 

Frente de Cantera

La vertiente norte del Puis des Molins, donde se encuentra la necrópolis, presenta un desnivel moderado, desde los 43 a los 12 m según nivel del mar. En la parte baja de la ladera, probablemente en el siglo XVI, se abrió una cantera que cortó algunas cámaras, lo que permite hoy conocer sus características. El sustrato geológico donde fueron excavada la mayor parte de las sepulturas es de naturaleza caliza, formando principalmente por calcáreas compactas gris-azuladas del Jurásico superior.

Es el mismo sustrato sobre el que también se asienta la mayor parte de la ciudad de Ibiza. La tumbas fueron abiertas partiendo en bloques los estratos de piedra caliza, sirviéndose para ello de cuñas de madera, palancas e instrumental de hierro. Era, sin duda, labor de canteros especializados. Una vez tallada la sepultura, regularizadas sus paredes y nivelado el suelo con una capa de cascajo y otra de arcilla, se introducían mediante poleas los sarcófagos, que eran finalmente colocados en su lugar dentro de la cámara sirviéndose de rodillos y palancas.

1, 2, 3. Enterramientos púnicos en sarcófagos de los siglos V – IV a.C.

4 Enterramiento tardo-púnico del siglo III a.C.

1 Enterramiento púnico en sarcófago del siglo V – IV a.C.

2 Enterramiento romano del siglo I d.C.

Enterramiento tardo-púnico desplazado del siglo II a.C.i>

Ritos Funerarios Fenicios (625 – 525 a.C.)

En el siglo VII a.C., los fenicios se instalaron en el Puig de Vila e inmediaciones y fundaron un establecimiento en la bahía de Ibiza que constituyó el núcleo originario de la ciudad. Fue entonces cuando la parte baja de la colina del Puig des Molins comenzó a utilizarse como necrópolis llegando a alcanzar una extensión de casi 10.000 m².

El ritual funerario se iniciaba con el lavado del cuerpo para purificarlo. Las personas de mayor rango eran peinadas y maquilladas para enfatizar sus rasgos y, finalmente, se ungía su cuerpo con aceite perfumado. Ya en el cementerio, se procedía a la cremación del cadáver, que tenía lugar, de forma individualizada, cerca de la tumba o, en algunos casos, en el interior de las fosas. Posteriormente, los huesos se recogían, a veces cuidadosamente lavados, antes de proceder a su enterramiento, que podía realizarse bien en una pequeña cavidad del terreno, a veces en una urna, bien en el interior de una fosa. Antes del cierre de la sepultura se realizaban los ritos preceptivos como las libaciones —que consistían en verter líquidos en honor del difunto—, los banquetes funerarios o la colocación de lucernas encendidas junto a los restos para iluminar el camino hacia el Mas Allá.

Las estructuras tumulares que pudieran señalizar exteriormente la localización de las tumbas han desaparecido en el Puig des Molins. Los únicos elementos que poseemos y que podrían tener relación con el culto a los muertos son los betilos o cipos tallados sobre piedra de mares.



Colgante de plata fenicio con botón central. (600 – 500 a.C.)

Ritos Funerarios Púnicos (525 – 25 a.C.)

En el norte de África, los púnicos desarrollaron tradiciones funerarias distintas tanto de las orientales como de las fenicias occidentales, con ciertas influencias egipcias y de las culturas indígenas africanas. En la ideología púnica, el cuidado del cuerpo y dela sepultura adquirieron gran importancia como testimonio de su pertenencia a la comunidad. La llegada a Ibiza de la población púnica supone la introducción y posterior generalización de la inhumación, aunque la cremación se mantiene de forma minoritaria. Con el paso del tiempo, el complejo ritual funerario se simplificaría, reduciéndose los ajuares de las tumbas.

Hacia el 525 a.C. se inicia la etapa púnica en la isla de Ibiza. La cultura púnica otorga una extraordinaria atención a la ideología funeraria y todos sus rituales, desde la preparación del cuerpo y los funerales ligados al enterramiento, hasta los cultos después de la muerte.

La sociedad púnica creía que el alma del difunto (rouah) realizaba un viaje trascendental al Mas Allá. Para ello, el cuerpo debía ser convenientemente preparado siguiendo una serie de ritos. En primer lugar, para su purificación, se lavaba el cadáver con agua lustral. Seguidamente, se eliminaba el vello corporal y se arreglaba —o quizas afeitaba— el cabello. La higiene corporal se completaba con ungüentos y aceites perfumados con resinas o plantas aromaticas y, seguramente, los ojos, nariz y boca del cadáver eran obturados con algún elemento. A continuación, se procedía al amortajamiento del cuerpo, que era vestido con sus mejores ropas. Se maquillaba y adornaba con sus joyas personales y otros ornamentos. Posteriormente, mezclados entre las alhajas, se colocaban sobre el cadáver —especialmente de las mujeres y los niños— toda suerte de amuletos (escarabeos, cabecitas de pasta vítrea, campanillas, representaciones de distintas divinidades, estuches porta-amuletos, etc.) que debían protegerlo de cualquier amenaza en el pasaje hacia la otra vida.

Tras el periodo de exposición y velatorio de la persona fallecida, el cuerpo se colocaba en un ataúd de madera o sobre unas andas y se transportaba al cementerio en una comitiva que recibe el nombre de pompa. Además de los familiares, participaban en el cortejo fúnebre profesionales especializados tales como plañideras y músicos, puesto que la música y los cantos formaban parte de su despedida. Los cadáveres podían ser depositados en las tumbas en el interior de sarcófagos de piedra arenisca local, pero habitualmente se empleaban ataúdes de madera o lechos funerarios. Dentro de tumba se depositaban elementos protectores para evitar su expolio. Se trataba principalmente de representaciones en terracota de diosas como Astarte y luego Tanit, o bien máscaras y cabezas femeninas o representaciones de peces, animales y vegetales estilizados.

Una vez que se había depositado el cadáver en la sepultura, se iniciaba el verdadero sepelio, que consistía en la presentación del individuo ante las divinidades. En este momento se colocaban las diferentes ofrendas alimenticias y las cascaras de huevo de avestruz, junta al resto del ajuar, al mismo tiempo que se realizaban las sacrificios, cruentos o no, y las libaciones rituales, como símbolo de unión entre los muertos con las divinidades telúricas del Mas Allá. En este momento se llevaba a cabo el rito de la iluminación, que consistía en encender una lucerna colocada sobre o junto al cadáver para iluminar el oscuro mundo de las sombras y, por tanto, el camino del alma hacia el Mas Allá. También se ofrendaban sustancias olorosas en adoración a la divinidad. La más utilizada era el incienso, en grano o en polvo, al que a veces se añadían granos de comino, así como bálsamo y mirra. La quema de estas sustancias se hacía en recipientes específicos, denominados pebeteros, que a lo largo de los siglos fueron fabricados en metal o en cerámica, adquiriendo formas muy diversas, incluso el de cabezas femeninas representando a la diosa Tanit o el de pequeñas aras de piedra arenisca.



Figura femenina entronizada con restos de pintura en blanco y azul (400 – 300 a.C.)

Pieza realizada a molde que probablemente represente a la diosa Tanit.

Escultura Púnica. Refleja estilos e influencias de artesanos púnicos de la isla.

Navajas de afeitar (525 – 275 a.C.9

Son instrumentos de cobre o bronce de origen egipcio. En Cartago evolucionaron a la artesanía funeraria específica para la eliminación ritual del vello del cadáver.

Busto femenino importado de Sicilia (400 – 300 a.C.)

Hallada en 1903, presenta restos de policromía y ha sido identificada como la diosa Tanit.

Ascos zoomorfos (450 – 300 a.C.)

Recipientes realizados a torno con forma de animal destinados a libaciones. Tienen un orificio de entrada en su parte superior y la boca perforada para permitir la salida del líquido. Llevan decoración pintada en color rojo oscuro y representan équidos, carneros, palomas y ciervos.

Lápida con inscripción (100 – 50 a.C.)

Lápida funeraria de un celtibero cuya inscripción reza: “Tirtanos, de la gente de los Abulos, hijo de Letondo y de la ciudad de Belikio”. La denominación tripartita —nombre personal + nombre gentilicio + nombre del padre— era propio de personas notables.

Periodo Púnico Arcaico (525 – 425 a.C.)

En la segunda mitad del siglo VI a.C. comienza a llegar a Ibiza nueva población, ahora púnica, que se une a la fenicia ya existente. Ello supone cambios en el ritual funerario con la introducción de la inhumación de los cadáveres, un incremento en la cantidad y variedad en la composici6n de los ajuares y la aparición de un nuevo tipo de sepultura: el hipogeo. El hipogeo es una tumba subterránea excavada en la roca, con un pozo de acceso de planta rectangular y profundidad variable (entre dos y tres metros), y con una cámara de planta cuadrangular donde se depositaban los enterramientos. Se cerraba con una gran losa de piedra la abertura que permitía el paso desde el pozo al interior de la cámara, y rellenando aquel completamente de tierra.

Los ajuares son mucho más numerosos y variados que los fenicios. Incluyen elementos de tocado y adorno personal (cuentas de collar, joyas, etc.), otros con significado mágico o religioso (huevos de avestruz, terracotas, amuletos, escarabeos, etc.), y recipientes de cerámica que contenían sustancias líquidas (leche, vino y agua) o sólidas (peces, aves, pequeños mamíferos, frutas y legumbres) que se depositaban junto al cuerpo. Además de los hipogeos, para las inhumaciones se emplearon también fosas rectangulares excavadas en la roca con escalones laterales para sostener las losas de cobertura.



Periodo Púnico Clasico (425 – 300 a.C.)

Durante la segunda mitad del siglo V y primer cuarto del IV a.C., la población de la isla había aumentado con nuevos aportes de gentes púnicas; por otra parte, la evolución social determinó una democratización del acceso al Mas Allá, de modo que toda la ciudadanía tenía derecho a una sepultura. El cementerio inicial fue sistemáticamente ocupado por las nuevas sepulturas púnicas, que se superpusieron o fragmentaron las antiguas tumbas fenicias. Los enterramientos de cremación son minoritarios a finales del siglo V a.C. e inicios del siglo IV a.C.



Periodo Púnico Tardío (300 – 25 a.C.)

Desde finales del siglo IV a.C. dejan de abrirse nuevos hipogeos y muchos de los ya existentes se reutilizan durante este periodo a modo de panteón u osario. Sin embargo, se va generalizando el uso de fosas simples, a veces excavadas en la roca o abiertas en la tierra. Aunque la inhumación sigue siendo mayoritaria, se detecta la presencia de algunos enterramientos de cremación.

En el último cuarto del siglo II y los primeros arias del I a.C. se produjeron una serie de cambios en la sociedad púnica ebusitana provocados por su progresiva integración en la estructura del estado romano. Durante esta etapa continuaron reutilizándose los hipogeos, aunque muy minoritariamente, si bien los cadáveres se depositaban simplemente amortajados en ataúdes. Para los enterramientos infantiles se empleaban ánforas a modo de ataúd o se depositaban los cadáveres en fosas. La cremación va adquiriendo importancia, aunque fue una práctica minoritaria frente a la inhumación. Al igual que en la etapa anterior, los huesos cremados se colocaban en recipientes cerámicos a modo de urnas cinerarias que después se depositaban en hoyos o, en ocasiones, dentro de las cámaras de antiguos hipogeos.



Cabeza femenina de estilo egiptizante (525 – 500 a.C.) procedente del pozo 7 de la calle León.

Poco después de clausurar la cámara, se reabrió el pozo para depostar una inhumación infantil acompañada de un ajuar con diferentes elementos de protección.

Máscara funeraria barbada (400 – 300 a.C.)

Producción local modelada a mano, inspirada en modelos cartagineses.

Cabeza femenina (400 – 300 a.C.)

Aunque su rostro muestra facciones clásicas su recargada ornamentación es característica de la plástica ibicenca.

Amuletos (525 – 25 a.C.)

Llevados en contacto con el cuerpo alejan el mal opropician el bien en función de las creencias mágico-religiosas de su portador. Los aegyptiaca son amuletos de esteatita de origen egipcio o bien copias fenicio-púnicas de los originales. Los amuletos púnicos tallados en hueso ofrecen una gran variedad de formas.

Figura femenina de estilo arcaico tocando un pandero (525 – 500 a.C.)

Exvoto con tocado corniforme procedente del santuario de es Calleram (300 – 200 a.C.)

Trípode formado por tres figuras femeninas desnudas (525 – 450 a.C.)

Jarra utilizada como urna cineraria. Lleva nombres propio en escritura neopúnica: Bdštrt, Bdmlqrt, ‘By.hzkn, ‘Dnbsm y Bdštrt. Podría tratarse de un cenotafio.

Ofrendas procedentes de Es Culleram. Entre los materiales arqeológicos encontrados en la cueva aparecieron varios tipos de terracotas (bustos, oferentes con velo, ebeteros, figuras con antorcha y animales, etc.), pero, entre todos ellos destacan las figuras acampanadas utilizadas como exvotos a la diosa Tinnit.

Ritos Funerarios de época Romana y Tardoantigua 25 a.C. – 700 d.C.

Según el ritual romano, cuando la muerte era inminente, las personas cercanas al difunto se reunían en torno a su lecho para confortarlo. El pariente más próximo le daba un último beso, a fin de retener el alma que, según se creía, abandonaba el cuerpo con el último aliento, cerrándole los ojos (oculos premere). Después, todos los asistentes gritaban en voz alta su nombre (conclamare) y lo lloraban. El acto siguiente consistía en levantar el cuerpo del lecho y depositarlo en tierra (deponere) para lavarlo y ungirlo con perfumes. Después se colocaban junto al cadáver diversos objetos mágico-religiosos que lo protegerían en su viaje al Mas Allá. Una vez depositado el cuerpo en la tumba, se celebraban los banquetes funerarios (silicernium o refrigerium) y las libaciones, que podían ser de vino (vinum repersum) o de agua (circumpotatio).



Período Altoimperial (25 a.C. – 150 d.C.)

En esta fase siguen coexistiendo la inhumaci6n y la cremación. Los ajuares funerarios se romanizan e incorporan casi exclusivamente productos itálicos (cerámicas sigillatas, vasos de paredes finas, ungüentarios piriformes, primero de cerámica y luego de vidrio soplado, etcétera). Por otra parte, la frecuente presencia de una o más monedas en los enterramientos como pago a Caronte por la travesía de la laguna Estigia es indicativa de la introducción de las creencias romanas de ultratumba.

La cremación era el tratamiento funerario más practicado. El cuerpo se colocaba sobre la pira dentro de su ataúd. Los familiares, clientes y personas allegadas al difunto colocaban en el féretro los objetos que habían sido de su agrado; le abrían y cerraban los ojos por última vez, le daban un beso de despedida, un pariente encendía la pira, adornada con flores y recipientes de perfume. Cuando las llamas se extinguían, las brasas eran apagadas con vino y los fragmentos óseos resultantes de la cremación se recogían y, finalmente, se depositaban en una urna cineraria que, en algunos casos, se colocaba en el interior de uno de los antiguos hipogeos púnicos. Sin embargo, era más frecuente que los restos óseos cremados fueran enterrados en simples hoyos excavados en la tierra.

Los hipogeos púnicos se reutilizaron también para los enterramientos de inhumación. Para ello el pozo era parcial o totalmente vaciado y en su interior se depositaban los nuevos enterramientos, pero generalmente sin abrir las cámaras, cuyo interior era respetado.



Período Imperial Medio (150 – 300 d.C.)

Esta fase se caracteriza por la práctica exclusiva de la inhumación, ya que la cremación dejó de realizarse desde mediados del siglo II d.C. en la mayor parte del lmperio. En el Puig des Molins el único tipo de sepultura documentado en este periodo es la fosa excavada en la tierra que, generalmente, tiene los laterales delimitados por lajas de piedra o bien por muretes de piedra trabada con barro o mortero. La cubierta estaba compuesta por tres, o más, losas planas de piedra. Su orientación es, siempre, norte-sur.



Período Bajoimpereial y Antiguo. Edad Tardía (300 – 700 d.C.)

Los enterramientos en fosa son los únicos conocidos durante esta fase. El único cambio significativo respecto a la fase anterior lo constituye la orientaci6n de las tumbas, que en este periodo es, invariablemente, este-oeste. Los cadáveres se depositaban con los pies en la parte oriental y la cabeza en la occidental, de cara al sol naciente. No existen evidencias de enterramientos cristianos hasta bien avanzado el siglo V d.C.

Las fosas, de dimensiones aIgo superiores a las del cuerpo, pueden ser simples o estar delimitadas por una hilada de piedras, o bien tener sus laterales revestidos con losas planas de piedra, generalmente caliza local sin trabajar. Las tumbas se cubrían con varias losas planas.



Vajilla de época altoimperial (1 – 300 d.C.)

En los banquetes funerarios se usaban vasos, cubiletes y tazas de paredes finas para beber, así como platos y cuencos de terra sigillata para los alimentos.

Sepultura de la Avenida de España, 5 (175 – 225 d.C.)

En este solar, situado en el extremo sureste de la necrópolis, aparecieron dos fosas excavadas sobre los vertederos de una antigua alfarería púnica. Una de ellas contenía un sarcófago de plomo, lo que es excepcional en Ibiza.Conteníalos restos de dos niños de 5 – 6 años con su ajuar.

Columna de mármol "cipollino" de la isla de Eubea (300 – 700 d.C.)

Fue reutilizada como sarcófago para un niño de corta edad. En la base hay una inscripción de la cantera relacionada con la columna y no con el enterramiento.